Tertulia dialógica del libro IV de la Eneida de Virgilio. En este caso valoraremos este texto desde la perspectiva de género y analizaremos la violencia implícita en las convecciones sociales heredadas desde la Antigüedad.
Mas la reina hace tiempo, atormentada de grave cuidado,
con sangre de sus venas alimenta su herida y ciego ardor la devora.
El gran valor del héroe acude a su ánimo y la gloria
muy grande de este pueblo; se clavan en su pecho sus rasgos
y palabras y no deja el cuidado a su cuerpo el plácido descanso.
Y recorría las tierras la Aurora siguiente
con la luz de Febo y había alejado del cielo la húmeda sombra
cuando así se dirige, fuera de sí, a su hermana del alma:
«Ana, querida hermana, ¡qué ensueños me desvelan y me angustian!
¡Qué huésped tan extraordinario ha entrado en nuestra casa!
¡Qué prestancia la suya! ¡Qué fuerza en su pecho y en sus armas!
Ciertamente creo, y mi confianza no es vana, que es de dioses su raza.
El temor delata al pusilánime. ¡Ay, qué sino
lo zarandeó! ¡Qué combates librados narraba!
Si no estuviera en mi ánimo, fijo e inconmovible,
el propósito de a nadie unirme en vínculo matrimonial,
luego que mi primer amor me engañó, frustrada, con la muerte;
si no me hubiera hastiado del tálamo y la antorcha nupcial,
a esta sola infidelidad habría podido tal vez sucumbir.
Ana (te lo diré, sí) después del desgraciado destino de mi esposo
Siqueo y de que la trágica muerte de mi hermano manchase mis Penates..............
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